Al igual que un árbol que extiende sus ramas invitándonos a trepar, Eli Fernández nos ofrece nuevas canciones que despliegan un universo delicado en cada acorde y cada palabra.
Eli nos regala un pedacito de su alma en este trabajo. Desde el primer tema, «Ofrenda», su voz cálida y penetrante te envuelve. Es una invitación, como si ella estuviera tendiéndote la mano para iniciar un viaje. Hay algo ceremonial en esa apertura, un llamado a conectar con lo esencial, con lo que somos y lo que anhelamos.
El disco transita por paisajes diversos, como esos caminos que Eli misma describe: espontáneos, a veces inesperados, pero siempre auténticos. Cada tema tiene un espíritu propio, como si fuese una rama distinta de ese árbol que simboliza el sueño de cantar. «Para las cantoras» se siente como un abrazo colectivo, un homenaje a las voces que nos precedieron, a las que nos inspiran, y a las que vendrán. Es imposible no imaginarse cantándola a coro, en ronda, con la energía de lo compartido.
Las colaboraciones en el disco son preciosamente elegidas. Artistas como Laura Albarracín, Pachi Herrera y Patricia Gómez dejan su huella en las canciones, sumando texturas y colores a la propuesta. Se trata de un disco en el que cada instrumento, cada arreglo, está en función de lo que Eli nos quiere contar.
Las ramas de este sueño no busca respuestas ni certezas, sino que se entrega a la exploración, a la curiosidad, al deseo de crecer y seguir buscando. Eli lo dice claramente: se trata de trepar por las ramas, como una niña que juega, que sueña. Esa autenticidad es la que hace que este disco se sienta tan humano, tan cercano.
Un disco en el que encontramos una canción que une, que nos recuerda que, a pesar de nuestras diferencias, hay algo que nos conecta: la música, los sueños, las ganas de seguir adelante.
