Rafael Delgado, violonchelista argentino-peruano, vuelve a ofrecer un trabajo de enorme sensibilidad y vuelo con Chelfie 2 -Migrante-, su segundo álbum solista. Un disco que, como su subtítulo lo anuncia, aborda las derivas, las raíces y los cruces de un artista y un continente. Una bella bitácora de viaje.
Registrado junto a un notable grupo de músicos —Juan Pablo Di Leone (flauta traversa), Leandro Cacioni (guitarra), Carolina Cajal (contrabajo), Mariano Fernández (piano) y Mario Gusso (percusión)—, el álbum despliega un repertorio plural y exquisito. Hay composiciones propias, como Chacarera para Luz y Serena (dedicada a su madre), pero también obras de autores latinoamericanos como Hugo Fattoruso (Hurry), Carlos Aguirre (Milonga gris), Guido Martínez (Influencia Bosco), Henry Martínez (Criollísima), Caito Soto (Toro mata), Elizabeth Morris (Canción de agua y viento) y el siempre presente Silvio Rodríguez (Canto arena).
El sonido del violonchelo de cinco cuerdas, construido especialmente para Delgado por el luthier argentino Gervasio Barreiro, es el centro emocional de un disco que fluye entre el folklore, el jazz, las músicas afroperuanas, las milongas, las chacareras, las influencias del Caribe y del Brasil. Todo esto bajo un clima de cámara, donde cada instrumento respira, dialoga y sostiene el relato sonoro.
La edición en vinilo, fruto de una campaña de financiamiento colectivo en la que participaron catorce ciudades, suma otro dato hermoso al recorrido de este disco. Porque este Chelfie 2 es un gesto colectivo, una celebración de identidades latinoamericanas tejidas sin fronteras rígidas, con la libertad del migrante y la emoción de lo compartido.
En tiempos de etiquetas apuradas, Delgado sigue apostando por lo hondo: músicas que abrazan geografías, nostalgias y mestizajes. Un disco para escuchar con los oídos abiertos y el corazón viajero.