Hay discos que se escuchan. Otros que se caminan. Chelfie2, del violonchelista Rafael Delgado, se deja recorrer como un mapa emocional y sonoro de las músicas populares latinoamericanas, donde la raíz no es ancla sino impulso. Y este disco, nacido en vinilo gracias a una campaña colectiva de fondos, ya trae en su origen una declaración de principios: la música como un gesto compartido.
Con un violonchelo de cinco cuerdas como voz principal, Chelfie2 vuelve a apostar por una mixtura orgánica entre lo criollo, lo afro, lo andino, el tango y el jazz, sin forzar nada, como si esos mundos hubieran nacido para dialogar. Y ese diálogo es con otros: el quinteto que acompaña a Rafael es mucho más que acompañamiento, es trama viva.
En la flauta traversa de Juan Pablo Di Leone, la guitarra de Leandro Cacioni, el contrabajo de Carolina Cajal, el piano de Mariano Agustín Fernández y la percusión de Mario Gusso, hay entrega, escucha y una sensibilidad que atraviesa cada tema. Lo que suena es un trabajo colectivo, hecho con oficio y con corazón.
Las versiones y composiciones propias construyen un repertorio que no se apura, que respira, que vibra desde la cuerda más íntima. Un disco que no necesita alzar la voz para emocionar. Un disco que, como el chelo de Delgado, canta agachado, entre raíces y alas.
