Una voz, una guitarra, una emoción que no pide permiso. Así aparece Un temblor, el nuevo disco de Lucas Heredia, grabado en una sola jornada, sin retoques, sin metrónomo, sin segundas tomas. Como quien se sienta frente al otro y dice: esto es lo que tengo, Heredia entrega un puñado de canciones despojadas, profundamente humanas, donde lo que tiembla no es solo la cuerda.
Lo que suena es una especie de ritual íntimo, una grabación que no se oculta ni se edita: todo está ahí, respirando. Cada tema fue registrado en una sola toma, y eso no es un detalle técnico, sino parte del sentido profundo del disco: mostrar la herida entera, sin maquillaje, como un acto de rebeldía amorosa en tiempos de sobreproducción y ruido.
Lucas dice que este trabajo lo reconoce de punta a punta, y se nota. Un temblor no viene a gritar verdades, sino a compartir preguntas. Y en ese gesto de humildad hay una potencia que conmueve. Un disco que no solo se escucha: se acompaña, se respira, se agradece.
