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Ombligos de auxilio

Ombligos de auxilio

Sobre Algo horrible y maravilloso, de Patricio Ruiz, puesta creada en el marco del proyecto pedagógico final de la carrera de Formación del actor/actriz, de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático. Por Gabriela Stoppelman – El Anartista Había una vez una niña que hizo un castillito y se perdió. Y una vagabunda que una vez habitó su piel, sus pies, su cuerpo sin intemperie y se perdió. O un cuerpo de niña vagabunda y errante en la orilla, entre lo que una vez fue y lo que sigue que aún no aparece. Pero si la intemperie es un lugar propenso a desencadenar pérdidas, no es todo pérdida. En medio de las ruinas, en ese pasadizo estrecho entre el mar inmenso y la tierra sin bordes, está el brote de la luz posible. María Zambrano propone que el exilio es la condición de posibilidad para comenzar a pensar. Allí donde ya no hay bienes, ni parientes, ni filiaciones, solo queda encontrar el modo de abrir las palabras viejas para renovarlas en significados. Habitar la intemperie para inaugurar de nuevo las palabras. Lamentablemente, el lenguaje no viene con puertitas. Blablblea y repite mucho. Hay vacíos entre palabras muertas, y también entre la realidad y las palabras. Para poder decir de manera verdaderamente nueva, para ser capaces de hallar el grano de la voz -el ritmo originario- se necesita vocación de verdad y coraje en la mirada: Y yo veía hacia lo profundo donde viven monstruosidades como las medusas. Los cuerpos saben de esas aperturas, los cuerpos que no hacen como si fueran otros, sino que actúan, provocan acciones desde la fuerza que son, saben. Pero regresemos. Hay un borde donde solo queda el sonido del mar, la silueta desborda del bañador, el tiempo no distingue entre horadar la piedra y la humanidad. Se tarda en comprender que, cuanto más alto el castillo, más profunda la escritura que deja en las manos. Cuanto más impactante, menos habitable. Y entonces, dónde hallar una estructura a la que llamar casa. ¿Cómo lograr que el día no se te escurra de las manos sin haber logrado restañar, tan siquiera, una sola cicatriz de tu orfandad? En eso, la puesta creada en el marco del proyecto pedagógico final de la carrera de Formación del actor/actriz, de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, comienza a habitarse. Un trío en malla resulta un triángulo que se arma y se desarma en especulaciones: se cree en niños bomba, se le dice irresponsable al padre, madre, o tutor, se consuela un poco al niño, se lo deja en la orilla antes de que explote, se aplaude, se aplaude. La obra recién comenzó y se aplaude. Como en cualquier balneario cuando se pierde un niño, se convoca a un nombre, a un regreso. O se anuncia el final. Porque, si alguien vuelve, ya no se parecerá a quien ha partido. La orfandad no es una enfermedad que se cure con el tiempo. Los desatados de padres, de orígenes, llevan a cuestas un ombligo de auxilio, la marca del sitio desde donde han debido renacer de un desamparo originario. Mientras tanto, no dramaticemos. Que al final de cuentas estamos en la playa. En tanto y en cuanto no nos toque la ola, habrá un simulacro de vacaciones. Digo, no una ola cualquiera, sino la ola que rompe contra la escollera. La ola que rompe contra un fósil. La ola que rompe contra un cuerpo muerto tendido en la arena La ola que rompe contra un barco encallado. Me refiero a la de siempre, a la eterna arrasadora en su retorno implacable. Los espectros que circulan la escena saben muy bien de qué hablo. Ellos merodean en permanente alerta. Y temen. Van olvidados de aquella sentencia de Spinoza: un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte. Así, enfantasmados en el olvido, les pasan cosas como esta: Una vez comí manjares que entraban por mi boca mientras oía el mar afuera embravecer con la tormenta. Y de este modo las furias se multiplican. Extrañas, repentinas, como venidas de la distancia, pero alojadas bien adentro de lo humano, las furias saben realizar sus tareas. Por ejemplo, cortar las ligaduras que unen al cielo, a la infancia, a la tierra. Nada hay en las estrellas que no esté en las huellas de tus pies, decía un poema. Aunque en medio de la furia no se sabe, no se conoce, no se puede. Lo surreal atraviesa la escena. Los tiempos se curvan, los espacios se intersectan. Es imposible distinguir entre copias y originales. El ritmo lleva la batuta e impide toda linealidad. La propuesta se sacude de una escena a la otra, sin permanecer en ninguna por demasiado tiempo, busca impedir toda fijeza del sentido. Y como en esta playa todo lo que se nombra pasa, los acontecimientos no escasean. Un cómico que se hundió en las olas bucea por la gracia. De un chiste o de un regreso. Una madre que nunca volvió al mar peregrina sus terrores. Becky, Lilian y Tabita resisten sus maternidades entre el agua y el fuego: Agarrada de los barriles llenos de pólvora como ustedes, escapando del fuego para que no explotaran como los otros. Como toda madre, ellas imploran que el universo no explote, que el accidente no vede el acceso al futuro. Y, a diferencia de otras, estas pueden decir las formas del naufragio inevitable: Cuando esa cosa debajo del agua se apareció frente a mí sabía que era algo nuestro volviendo hacia nosotras. En otras lenguas que antes hablábamos y que ya no entendíamos. Debajo del agua nos escuché diciendo cosas en algún otro lado. Se sabe: algún otro lado es siempre el cielo de algún otro lado. La profundidad no tiene fondo, la altura no tiene techo. No se trata solamente del qué fue primero, si el huevo o la gallina. Dicen que a este mar lo creo un niño. Dicen que el niño salió de este mar. ¿Qué fue primero, el mar o

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A los cerros: música, memoria y conversación

A los cerros: música, memoria y conversación

La presentación de A los cerros en el Centro Cultural Borges fue la celebración de un reencuentro en un disco: el del guitarrista salteño Seva Castro y el bandoneonista jujeño Santiago Arias, diez años después de aquella edición que los unió por primera vez, Criollo. Un diálogo renovado entre cuerdas y fuelles, entre paisajes y memorias que siguen latiendo con el pulso del norte.. Por Ale Simonazzi Desde los primeros acordes, se respiró un clima íntimo, casi de sobremesa musical. El bandoneón y la guitarra conversan como viejos amigos que se conocen las pausas, los acentos, las miradas. No hay urgencia, hay respiración. Y en esa calma se abre un universo de melodías profundas, con raíces en los cerros, en la tierra, en la gente que los habita. “Somos los mismos, pero a la vez dos personas totalmente distintas —afirma Arias—. Pasaron diez años, hicimos otras cosas, pero el espíritu sigue siendo el de nosotros. Volver a tocar juntos es reencontrarnos con ese diálogo inicial.” Y es precisamente ese diálogo el corazón de A los cerros. El disco, y su versión en vivo, se sostienen en una complicidad musical que trasciende el tiempo. No se trata de nostalgia, sino de continuidad. “Queríamos volver a hacer lo que siempre nos salía bien —agregó Castro—, tocar folclore criollo con ese estilo contrapuntístico que es tan nuestro, y cuidar el repertorio para que siga teniendo que ver con nuestro norte”. El norte, justamente, es más que un lugar: es una forma de estar en el mundo. A los cerros es un homenaje y una ofrenda. “Encontramos que ese nombre —cuenta Arias— nos resultaba más poético. A los cerros suena como una dedicatoria, una entrega. Y los cerros son algo que nos identifica mucho: son distintos, pero a la vez muy parecidos, como nosotros.” Castro completa la idea con una imagen que queda resonando: “Cuando me vine a vivir a Buenos Aires, lo que más extrañé no fue mi casa ni mi gente, fue no tener cerros. No tengo referencia, no tengo silencio. El cerro te ubica, te contiene, te da un lugar.” Y Arias, que ahora vive en México, sumó una mirada que cruza geografías: “Hay música que no puedo tocar si no evoco el cerro adentro mío. Me crié al lado del Cerro Negro, y eso está en cada cosa que hago. No lo pienso, simplemente aparece. Está en mi forma de tocar, en mi forma de grabar. Es mi paisaje interno.” La presentación en el Borges fue una extensión natural de ese universo. La guitarra y el bandoneón se entrelazaron en un recorrido por las músicas de Atahualpa Yupanqui, los Hermanos Ábalos, Raúl Juárez, Cuchi Leguizamón, Falú y Dávalos, entre otros. Bailecitos, zambas y chacareras se sucedieron con la cadencia de un río que conoce bien su cauce. A diferencia del disco —donde la única invitada es Maggie Cullen—, la noche sumó a Mauro Ciavattini y Víctor Carrión en vientos, ampliando el color y la textura sonora del dúo. Cullen aportó su voz luminosa, y Lorena Astudillo, inmensa, transitó la obra de Carnota y el Cuchi con emoción y fuerza. El cierre fue una celebración colectiva: La Arenosa sonó como un abrazo, con todos los músicos sobre el escenario y el público acompañando con palmas y sonrisas. “Nos alegra coincidir en tanto, después de tanto —nos había dicho Arias—. Hay un plano musical que no tiene palabras, que es puro ser. Eso es lo que sentimos con Seva: la complicidad, el disfrute, el estar en la misma película.” La noche dejó la certeza de que este reencuentro no es un regreso sino una continuidad. A los cerros es música que nace del silencio, del aire alto, de los caminos compartidos. Es una conversación que no se agota: un sonido que nombra el paisaje, que lo honra y lo reinventa. Nos quedamos con ganas de más, pero también con la alegría de saber que a este dúo le apasiona el encuentro, la charla, la amistad. Y cuando hay cerros, música y complicidad, siempre habrá camino por andar. Suscribite a #Youtube.  Mandanos un whatsapp ➯ Acá

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El arte de estar donde hay que estar

El arte de estar donde hay que estar

Un encuentro entrañable entre Teresa Parodi y Ernesto Snajer en Café Vinilo, dentro del ciclo Notas de paso en vivo. La palabra, la música y la memoria se entrelazaron en una noche que fue conversación, homenaje y revelación. Por Ale Simonazzi La convocatoria para estar en Café Vinilo era especial. Notas de paso, el ciclo televisivo que Ernesto Snajer condujo durante una década, ahora «en vivo”, brindando la posibilidad de sentir cómo las palabras, las anécdotas y la música se funden en presencia. Un espacio íntimo, como es Vinilo, una sala familiar donde las guitarras descansan cerca de una copa de vino y las historias circulan con naturalidad. Snajer abrió el encuentro con dos temas instrumentales, casi como quien abre una ventana para dejar entrar el aire. Guitarra y loopera bastaron para crear un clima de bienvenida. Luego, con una sonrisa que cruzó toda la sala, presentó a Teresa Parodi, quien se acomodó entre aplausos cálidos y un respeto cargado de afecto. “Parte de mi compromiso lo llevo adelante estando donde creo que hay que estar”, dijo Teresa, y la frase pareció resumir su vida y su obra. La conversación giró pronto hacia el oficio de componer. Snajer quiso saber si había método o rutina en la creación. Parodi, con humor, recordó su casa llena de hijos y que, entre pañales, comida y vida, nunca hubo horarios posibles. “La música aparecía cuando podía, o cuando quería”, dijo. Snajer tomó la guitarra e hizo sonar la introducción de Pedro Canoero. “Una de las más lindas intros que escuché”, confesó. Teresa sonrió: “Esa es mía, cuando era buena guitarrista… después me rodeé de muy buenos músicos y me dediqué más a cantar, perdí algo de técnica”. Entre canciones y recuerdos, la charla viajó a su primera Plaza Próspero Molina, en 1984. Parodi evocó aquella noche con su guitarra y la incertidumbre a cuestas: colegas que le sugerían cantar clásicos del folklore, familia que le pedía interpretar lo suyo. Eligió el camino propio, y no se equivocó: ganó Cosquín y conquistó al público que no la dejaba bajar del escenario. A partir de allí llegaría su primer disco con arreglos de Oscar Cardozo Ocampo, y la anécdota entrañable de la “caja de cartón” donde guardaba sus canciones. “Tenés mucho de esto en la caja”, le dijo Cardozo Ocampo al descubrir temas que hoy son joyas de nuestro cancionero. En ese clima de confianza, las guitarras volvieron a sonar para A la abuela Emilia, y el tiempo se detuvo. La complicidad entre Parodi y Snajer tejía una conversación entre generaciones, una música que se dice con miradas, acordes y cantares. Llegó luego el momento de hablar de Todo lo que tengo (2017), disco que los reunió con Snajer en los arreglos. Sobre Yo tuve un hermano —poema de Cortázar dedicado al Che—, Teresa contó: “La poesía es música. A diferencia de la canción, el poema deja la puerta abierta a muchas músicas. Una mañana, entre mates, la canté, no dejé de cantarla… ahí estaba la melodía esperándome”. Entonces la interpretó, y su voz llenó la sala de emoción… «Yo tuve un hermanono nos vimos nuncapero no importaba.Yo tuve un hermano.que iba a los montesmientras yo dormíamientras yo dormía.» Entre risas, bromas sobre los procesos de grabación y reflexiones sobre los poetas que la marcaron, apareció el nombre de Armando Tejada Gómez, autor de La lucha. “Los grandes poetas escriben para siempre”, dijo Teresa, y en su decir, sin saberlo, también hablaba de sí misma. Y ahí nomás la música para que suene La lucha… «de un lado el jardinero, del otro el asesino» El cierre fue coral: El otro país fue canto compartido. Una celebración del arte como acto de verdad, y del encuentro como forma de resistencia. Hay noches en que la música no solo se escucha: se habita. Y esta, sin duda, fue una de ellas. Suscribite a #Youtube.  Mandanos un whatsapp ➯ Acá

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Puerperio, redes de cuidado y la necesidad de una crianza honesta

Puerperio, redes de cuidado y la necesidad de una crianza honesta

En este capítulo de Criar con Rock, Andrea De León y Gabichu abrieron el juego a un tema crucial y poco visibilizado: el puerperio y la salud mental perinatal.La invitada fue la psicóloga perinatal Fernanda Kluguer, quien explicó que la psicología perinatal es prevención primaria, y que “la perinatalidad empieza desde la búsqueda de un hijo y dura hasta que la familia siente que puede criar”. Durante la charla, se habló de los mandatos que pesan sobre la maternidad, la necesidad de sostén y redes de cuidado, y la importancia de repensar la crianza como una tarea colectiva, no instintiva.“Cuidar es una tarea titánica”, afirmó Kluguer, y agregó que “la vulnerabilidad del puerperio exige ternura, no juicio”. Hubo reflexiones sobre la falta de políticas públicas de acompañamiento, la urgencia de ampliar licencias, y la defensa de la ESI como pilar del respeto y el cuidado. También se abordó el papel de las pantallas y la pérdida del “arte del aburrirse”, un espacio vital para el desarrollo emocional. En un mundo que exige inmediatez, Criar con Rock propuso detenerse, mirar, y volver a poner el cuerpo donde empieza todo: en el cuidado compartido. 🎧 Criar con Rock, jueves 21 h, por Revuelto Radio.Todos los contenidos en revueltoradio.com.ar Suscribite a #Youtube.  Mandanos un whatsapp ➯ Acá

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Rodrigo Bello: Improvisar tiene mala prensa.

Rodrigo Bello: Improvisar tiene mala prensa.

En esta nueva entrega de Abrazo brujo, recibimos a Rodrigo Bello. Actor, comediante y también conductor, Rodrigo alias “Fileto”, es uno de los creadores de Improcrash, que este año cumple 20 años de trayectoria y lo celebrará con un espectáculo en el ND Teatro. En Abrazo brujo nos encanta la impro, ya han pasado Tenaza, Cumbi y ahora Rodrigo suma su testimonio sobre el arte de improvisar y de lo mal interpretada que está la palabra con una connotación negativa, cuando en realidad es una destreza saber improvisar con sabiduría. Rodrigo se crió en el seno de una familia numerosa de clase trabajadora del Conurbano y eso forjó su impronta, su empuje y facilidad para salir adelante en situaciones difíciles. Hubo espacio para charlar de la crianza de entonces y ahora, la política, los vínculos y muchos temas más. Una hora sin desperdicio. 📻 Abrazo Brujo — jueves 20 h, por Revuelto Radio.Todos los contenidos están disponibles en revueltoradio.com.ar Suscribite a #Youtube.  Mandanos un whatsapp ➯ Acá

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MANTITAS DE ABRIGO PARA EL PORVENIR

MANTITAS DE ABRIGO PARA EL PORVENIR

Sobre la obra teatral “Leonora”, una obra de Alberto Conejero, interpretada por Teresita Galimany, con dirección de Carlos Ianni Por Gabriela Stoppelman – El Anartista ¿Cómo hacer del cuerpo un territorio que abra camino hacia los otros sin rompernos? Si el cuerpo o el lienzo son espacios frágiles y a la vez potentes, de contornos variables y difusos, ¿cómo cuidarlos de certezas, descartes y abandonos?, ¿de qué modo aliarlos al deseo y alejarlos de las garras del mero querer cosas, saber cosas, acumular cosas?, ¿dónde saldar los costos de las desilusiones y los olvidos?, ¿en qué sitio valuar el precio incuantificable de la herida? El impactante texto de Alberto Conejero López ronda, entre otros, estos interrogantes, sin explicitarlos. Porque donde sobrevuela la poesía, deponen sus armas la teoría, el discurso y toda pretensión de clara argumentación. El tiempo está interrogado en sus disciplinas cronológicas; el espacio, en sus geometrías firmes. Pero la más zarandeada de todas las entidades que juegan en la obra es el yo: yo soy multitudes, así que mi retrato es siempre colectivo, esa es la apuesta de Leonora. El “mí misma” se vuelve así una instancia muy pequeña en relación a la inmensidad que la habita. Esa misma inmensidad, que a veces se contrae en un recorte, hace la misma pirueta que el infinito vuelto escenario o lienzo. Porque el cuerpo es siempre la primera pincelada, no queda más que ser un trazo en los caminos que andamos, una impregnación de color y tono, sin asunto, ni argumento, ni tema. ¿Y hacia dónde dirigirse, así, con las fuerzas involucradas al desnudo, en el despojo absoluto, con el solo equipaje de mi dolor y mi alegría, mis vivos y mis muertos es lo que voy a hacer visible en mi pintura? Algo cruel, dirá Artaud, con la fuerza del hambre, pero sin ser su símbolo. Y de este modo Leonora, aferrada a las mitologías que le contaban las mujeres de su infancia- su madre, su abuela, su cuidador- será una vez la diosa blanca celta, otra la giganta siempre a un paso del cielo, otra la reina Boudica, que venció a los invasores romanos: ejército de una sola soldada contra los mandatos de la familia, de una Europa que se recalentaba en fascismos, contra toda la hiel de las ausencias. En ese pincelar su nido, ella siempre supo que es bueno que el nombre quede al margen, el apellido, detenido en la boca. Como quien dice, cuelgue del perchero la sapiencia, la identidad, los callos de las convicciones. Hágase a un lado de esa lámpara que solo alumbra la imagen del hombre o de la mujer que usted supone ser. No permita que le engorden el corazón y el destino. Recién entonces, sí, adéntrese en lo desconocido. Ese espacio donde la luz no ilumina, la luz es lo que ve, como dice Oscar Del Barco. Y en este preciso momento, con la escena ya comenzada, el cuerpo de la actriz inaugura una pintura no del todo visible al espectador, aunque bien enmarcada en la atmósfera musical de un violonchelo. La actriz y la intérprete conversan con la mirada, una despliega el sonido donde la otra monta el movimiento y la palabra. Y son muchas en el escenario, aunque simulen ser solo dos. Hay varias mujeres sin edad que se prueban en distintos rumbos, como quien se prueba la ropa para elegir la que más la desvista. Puede que una de ellas tenga 24 años e intente huir en un barco hacia Nueva York. El barco que la espera es frío y metálico, como el padre que la persigue para internarla en un psiquiátrico. Puede que la locura de un padre sea la parte podrida en la raíz de una hija. Puede que un buen desarraigo abra las puertas a uno de esos infiernos musicales, de los que hablaba Rimbaud, uno de esos descensos a la lejanía y a la intemperie donde, de pronto, surge un ritmo, la curva justa de una pincelada. Y así remontar la vida: Subo por los años como una alpinista. Escalo, escalo y escalo, siempre a punto de resbalar y de desaparecer en el vacío. La cima más alta y la profundidad más honda parecen estar tan cerca a veces. Y esa lucidez encandila a tal punto, que te hace salir borrosa en el retrato de familia. La única mujer de cuatro hermanos, la gran decepción de su padre. La mujer que huye de la escena matrimonial, del futuro de múltiple paridora. La que escapa para encontrar lo que aún no es, lo que aún puede ser. ¿Cuántas vidas tiene una vida que cabalga de infancia en infancia, de apuesta en apuesta sin detenerse por mucho tiempo en ninguna? Lo incontable es la edad de las vidas mamushkas, de las existencias milhojas que desbordan el relato de su biografía. Por más que mi padre prende fuego a mi caballo. Lo veo arder. Cuando el caballito se consume, recojo las cenizas con las manos y me las trago. Ahora soy una niña-centauro. Qué gusto jugoso tienen los muertos en las bocas que los acunan, los rescatan del olvido… Ni el internado, ni la escuela de buenos modales para aristócratas ni la psiquiatría corrigen la perseverancia de quien ha probado el sabor de la ceniza. Solo hace falta una chispa para que de la ruina surja la revelación: Un meteorito azulado recorre mis venas cuando contemplo en Florencia el cuadro de Ucello. No hay vuelta atrás. Seré artista. Seré pintora. Me lo repito como una promesa o un mandato. El brillo de la revelación ilumina todo el cuadro, que ahora incluye a los espectadores. ¿Cómo se expande la luz revelada? Tal vez en la alternancia de la luciérnaga: se prende como promesa, se apaga como advertencia con voz madre: Tú no estás destinada a envejecer dócil ni sumisa. Lo supe al darte a luz, hija mía. Todas las mujeres de nuestra estirpe somos druidas, tejedoras de lo invisible, pero los hombres tienen miedo de

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Pablo Lacolla, cantar el barrio donde estés.

Pablo Lacolla, cantar el barrio donde estés.

En esta Charla Revuelta nos visita Pablo Lacolla, músico, percusionista y compositor argentino que desde hace más de una década vive en Suiza.Formado en el Conservatorio Manuel de Falla y en la Escuelita de David Lebón, Lacolla fue parte de diversos proyectos de folklore, tango y fusión antes de descubrir su propia voz como cantautor. Desde su disco Ciclos (2020) hasta Aura Boreal (2021), producido por Acho Estol y grabado junto a grandes músicos de la escena rioplatense, su obra respira la nostalgia del que mira la distancia sin renunciar al paisaje interior. Entre recuerdos de infancia, añoranza y nuevas canciones, Pablo Lacolla comparte guitarra en mano su mirada sobre el oficio, el exilio y la música como casa posible. 📻 Charla Revuelta — miércoles 20 h, por Revuelto Radio.Todos los contenidos están disponibles en revueltoradio.com.ar Suscribite a #Youtube.  Mandanos un whatsapp ➯ Acá

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¿Democracia o sistema constitucional?

¿Democracia o sistema constitucional?

En este nuevo Memoria del Fuego, Eduardo Nachman propone una mirada profunda sobre el presente político argentino.¿Estamos viviendo en una verdadera democracia o apenas en un sistema constitucional? Con su habitual lucidez, Nachman analiza la preocupante “privatización” de las elecciones —ese proceso en el que cada vez participa menos gente— y reflexiona sobre el desgobierno de Milei, cuyas políticas, advierte, están dejando heridas sociales y culturales que tardarán mucho en sanar. Una columna necesaria para pensar, sentir y no acostumbrarse. 📻 Revuelto Gramajo — Memoria del Fuego, miércoles 20 h, por Revuelto Radio.Todos los contenidos disponibles en revueltoradio.com.ar Suscribite a #Youtube.  Mandanos un whatsapp ➯ Acá

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Germán Kalber: canciones que siguen naciendo

Germán Kalber: canciones que siguen naciendo

En este nuevo Música x Músicxs, Germán Kalber nos invita a recorrer su reciente disco Mientras nace el mundo.Nacido en Charata, Chaco, Kalber lleva más de dos décadas sembrando canciones que dialogan con la raíz y con el presente. En este trabajo, trece temas inéditos entrelazan poesía, emoción y búsqueda sonora junto a grandes invitados: Nahuel Pennisi, Peteco Carabajal, Lara Lamadrid, Mario Álvarez Quiroga, Orellana Lucca y Esteban Echaniz, entre otros. Con producción de Alejo Álvarez Quiroga y dirección técnica de Ariel Romano, el disco renueva la vitalidad del folklore argentino con una mirada contemporánea y sensible. Una conversación con Germán Kalber sobre las raíces, los encuentros y las músicas que —como él mismo dice— todavía están naciendo. 📻 Revuelto Gramajo — Música x Músicxs, miércoles 20 h, por Revuelto Radio.Todos los contenidos disponibles en revueltoradio.com.ar Suscribite a #Youtube.  Mandanos un whatsapp ➯ Acá

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Cosecharás tu siembra

Cosecharás tu siembra

Agustina Banegas y una fiesta inolvidable en Galpón B Por Florencia Meluso Foto Diego Nucera Hay cantoras que cantan con el corazón y conmueven con su voz. Pero si además, a ese canto le suman letras sinceras, danza, vestuario despampanante, momentos de intimidad y sorpresa, esa cantora se vuelve ARTISTA. Así con mayúsculas. Lo que Agustina Banegas entregó el viernes pasado en Galpón B fue más que un espectáculo. Ya desde el comienzo sabíamos que iba a haber muchos ingredientes intentando llevar a un escenario porteño lo vivido en el Festival de Doma y Folklore de Jesús María en enero de este año. Pero lo que sucedió allí fue más que un show explosivo, como anunciaban los medios que se hicieron eco. Fue un despliegue de talento, destreza, ternura y reafirmación de un camino que ya tiene un largo recorrido siendo tan joven y que promete mucho por delante. La noche arrancó con la apertura de Alma Hernández, joven cantora de Ferré (Pcia. de Buenos Aires), seguida de Diego Barrionuevo, oriundo de Morón quien también cantó algunas canciones para preparar el terreno. Estos cantores entibiaron el ambiente para palpitar lo que se venía. La entrada de Agustina y el set inicial se centraron en sus orígenes roqueperenses y las canciones propias que conforman Homenaje, ese primer EP de 2024 que es su carta de presentación. Sentidas letras que honran el linaje, sus raíces, las mujeres trabajadoras y lo esencial. Diego Suárez en flauta traversa se sumó para el huayno “Artesana sin libreto”. Foto Diego Nucera Con una banda de excelencia integrada por Andrés Guagliardo en guitarra criolla, Leo Tegli en guitarra eléctrica, Juan Acosta en bandoneón, Agustín Gaugliardo en batería y dirección musical y Gabriel Monsalve en bajo eléctrico, el lugar podía mutar de un festival multitudinario, a una peña en algún lugar del norte argentino o un reducto íntimo para disfrutar de una copa de vino y comer algo rico. La solidez de los músicos demostró que no había chance de momentos bajos en el repertorio. Agustina llevó adelante la noche con gran profesionalismo. Acompañada en los momentos de danza por 𝐅𝐥𝐨𝐫 𝐂𝐮𝐫𝐚, 𝐆𝐮𝐬𝐭𝐲 𝐏𝐞𝐫𝐞𝐳 𝐲 𝐋𝐚𝐮𝐭𝐚𝐫𝐨 𝐂𝐚𝐥𝐯𝐢𝐧𝐦𝐨𝐧𝐭𝐞, deslumbró con cuatro cambios de vestuario. El mismo de Jesús María al comienzo, luego otro plateado con mucho brillo para el set de malambo fantasía con bombo y boleadoras. Uno muy elegante y negro para cantar “Conmigo y en mí”, un estreno compuesto recientemente, acompañada del gran pianista Leandro “Pitu” Marquesano como invitado. Además se sacó las ganas de interpretar “La última curda”, porque “a los gustos hay que dárselos en vida” dijo. En la sección zambas, hubo de esas que nos sabemos todos, donde el público fue partícipe coreando “Zamba por vos”, “Luna cautiva” y “Balderrama”. Entonces Agustina presentó con mucho orgullo a Agustín Di Nezio de tan solo 7 años que subió al escenario a cantar y llenar el aire de ternura.Vuelve la banda completa para el último tramo con gatos y chacareras que transformaron Galpón B en una auténtica peña con una gran ronda de encuentro. Allí se sumó el violín de Gabriel Cajal para hacer “La Sacherita”. Foto Diego Nucera El final fue una fiesta con una memorable versión de “La sembradora”, esa chacarera que acompaña a Agustina desde que su maestro, el “Negro” Colman se la enseñó de pequeña y que se conviritió en himno. Y hablando de sembrar, qué importante es propiciar estos espacios. Qué importante que las personas que asisten a un espectáculo participen activamente del aquí y ahora. Qué bueno que existan personas como Agustina Banegas que entendiendo el rol que tiene como ARTISTA utiliza todas sus herramientas y su versatilidad al servicio de la emoción, la alegría, la ternura, la memoria y la fuerza. Esto es sólo el comienzo de mucho más por cosechar. Suscribite a #Youtube.  Mandanos un whatsapp ➯ Acá

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