Pasaron más de diez años desde su último disco solista, pero la espera no fue tiempo muerto: Juanito El Cantor estuvo cocinando a fuego lento, atravesando crisis, criando hijes, produciendo a otres, y ahora vuelve con un álbum que suena a síntesis y a declaración de principios.
El afán de darle vueltas no busca ser útil, y en eso radica su belleza. Es un manifiesto íntimo sobre la adultez, el arte como refugio, el deseo de seguir jugando en serio. Nueve canciones que no apuran, que llegan justas. En su tercera entrega, Juanito despliega ese estilo tan suyo, con guiños pop, vuelo melódico y letras que dicen sin solemnidad.
Además de poner la voz, las guitarras, el piano, el mellotron, el bajo y el diseño sonoro, Juanito se encargó de la producción y mezcla, grabando en su estudio Sale la luna (CABA). También hay aportes grabados en El Ancla (por Leo Ghernetti) y en Sonorámica (Córdoba), con Sebastián Ruiz y Matías Medus. El mastering lo hizo Andrés Mayo.
Entre les invitades: Nico Soares Netto (batería y tumbadora), Santiago Capriglione (bajo), Licina Picón (piano y voz), y Leilén (voz). La estética visual acompaña con la misma sensibilidad: ilustraciones de Mariana Esquivel, diseño de Ivo Ferrer, fotos de Sofía Martinsen, dirección de arte de Josefina Pérez Campione y estilismo de Nachi Serrano.
Juanito canta como quien conversa con su yo del pasado y se despide con cariño. El disco no da respuestas, pero invita a hacerse buenas preguntas.
