Marco Sanguinetti – Diez
En los discos de Marco Sanguinetti siempre hay algo que se despega del tiempo. Una melodía que parece venir de antes y de después a la vez, una textura que se arma de lo que no estaba, una pista que no se pisa. Este Diez, tercero de la trilogía 8-9-10, es en realidad el octavo de su carrera.
Como si fueran capítulos de un diario sin fechas, cada tema del disco dibuja con notas lo que otros necesitarían palabras. Y no está solo Marco en este viaje: se oye el cello de Belén Echeveste como una voz hermana, el contrabajo de Ezequiel Dutil que abraza y empuja, la batería de Tomás Babjaczuk que ordena el caos justo antes de que explote. Y claro, Migma, con su bandeja de vinilos, trayendo sonidos como si escarbara la ciudad.
Pero lo que en Diez se juega no es sólo lo sonoro. Hay también una obra visual que respira junto a la música: cien artistas dibujaron en vivo los diez temas mientras sonaban en la Cúpula del CCK. Un acto colectivo, hermoso y delirante que dio lugar a un disco-libro numerado, para atesorar como se guarda una carta de amor. Y ahí aparece Laura Varsky, que otra vez convierte lo gráfico en poema.
Diez es un disco para escuchar con la luz baja, con los ojos entrecerrados y el corazón abierto. No busca el impacto, sino lo íntimo. Como si el jazz se hubiera cruzado con un recuerdo, con la niebla, con una idea que aún no tiene forma. Y en ese cruce, aparece algo nuevo.