En este muy hermoso disco de Flor Giammarche nos encontramos con canciones que son como refugios, lugares donde lo frágil y lo poderoso coexisten en un delicado equilibrio. La voz de Flor canta y nos abraza compartiendo en cada palabra la memoria de caminos recorridos, la delicadeza del oficio y la honestidad de una búsqueda que no intenta esconder grietas, sino alumbrarlas. Dar a sombra no busca respuestas ni resoluciones: acompaña en las preguntas, es un mapa para quienes se animan a caminar las zonas grises.
Las canciones propias de Flor son como pequeñas postales emocionales, paisajes internos que, aunque surgidos de una experiencia personal, encuentran resonancia universal. Pero también están los homenajes: musicalizar a Roberto Juarroz y a María Elena Walsh es un acto de amor hacia la poesía, y Flor lo hace con una sensibilidad que conecta al instante. Cada palabra suena viva, respirada, como si se hubiera quedado a vivir en su piel antes de compartirlas.
También nos encontramos con muy bellas versiones de “Guitarra dímelo tú” de Atahualpa Yupanqui, “El diablo en los carnavales” del uruguayo Edú “Pitufo” Lombardo y “El miedo” de Juanito el Cantor y Licina Picón
La producción de Juanito el Cantor logra que cada instrumento, cada pausa, cada silencio sea un protagonista en este universo sonoro. Es un disco que no teme ser austero cuando lo necesita, y que se permite ser complejo cuando la emoción lo pide.
Pero hay algo que trasciende las canciones. Flor misma lo dice: este disco respira algo que no está explícito pero se siente en el aire. Ese «tránsito complejo» de la búsqueda de la maternidad tiñe la obra de una ternura que no es ingenua, de una valentía que no se enmascara. Se escucha en la delicadeza de su interpretación, en los momentos donde su guitarra se detiene apenas para dejarnos, en la palabra que, como un eco sutil, llega profunda y emotiva.