Nos encontramos con un disco en el que cada composición parece ser un espacio que nos espera. Habitaciones llenas de objetos que no se tocan, pero que nos rozan. Así es Collector, el tercer álbum como líder del pianista y compositor argentino Ramiro Zayas, editado por el sello estadounidense ears&eyes Records.
Desde Berlín –su ciudad actual– Zayas teje este mapa sonoro junto a un ensamble internacional que le pone cuerpo a la idea central del disco: la música como archivo de memoria. Acompañan Baptiste Stanek (clarinete bajo, saxos), Jonathan Acevedo (saxo tenor), Sebastián Greschuk (trompeta y flugelhorn), Yossi Itskovich (trombón) y Gianni Narduzzi (contrabajo). Hay una desición en la ausencia de batería, porque el pulso aquí es otro: se construye con aire, con madera, con latón, con silencios. El ritmo no se marca: se respira.
Collector propone un verdadero laboratorio sonoro que mezcla jazz contemporáneo, improvisación libre y resonancias de la música argentina. Zayas juega con timbres, explora texturas, interviene el piano –a veces preparado– para sumar capas a un discurso que no corre, flota. Entre piezas enteramente escritas (Prelude, Yo también quiero) y territorios de improvisación libre, el disco despliega contrastes: del lirismo suave de El país de las flores al pulso tribal y juguetón de Hummus; de la contemplación cósmica en Cosmos, a la tensión rítmica de Con acento, con guiños a la música pigmea y a la raíz folklórica argentina.
Hay algo íntimo en este trabajo, como entrar en un cuarto oscuro donde cada objeto guarda una historia. Zayas lo explica así: “Collector es como reunir fragmentos de sonidos e imágenes y darles un nuevo orden. Escribir desde la memoria, pero dejando lugar a lo inesperado”. Esa búsqueda se percibe en cada pieza: no hay efectismo, hay gesto; no hay urgencia, hay tiempo.
El sonido del ensamble es otra declaración estética. Sin batería, los metales y el clarinete bajo marcan respiraciones colectivas, con un tono camerístico que se abre al riesgo. Cada músico aporta desde su singularidad, y eso se escucha: los solos de Greschuk y Acevedo, la voz profunda del trombón de Itskovich, el contrabajo de Narduzzi sosteniendo la gravedad variable de estas composiciones.
Collector invita a encontrar, en cada escucha, una textura nueva, un diálogo secreto entre voces. Es un disco que habla el idioma del jazz, pero con un acento propio, marcado por la historia personal de Zayas y su curiosidad inagotable.