En el primer corte de este nuevo episodio de Criar con Rock, Gabichu y Andrea se sumergen en esas pequeñas escenitas que hacen al corazón de una casa. Con humor y confianza, abren el juego con una charla sobre las delicias y torpezas de la vida conyugal. En particular, la incapacidad culinaria de Andrea, según Gabichu, y cómo él terminó —sartenes en mano— apropiándose de la cocina.
La risa aparece como lenguaje común y como modo de habitar el cotidiano. Y desde ahí, desde la anécdota doméstica, el programa se acomoda suave hacia el tema central: las vacaciones de invierno. Esos días donde el reloj se desarma, la escuela se calla, y todo queda librado a la creatividad, el caos o el control, según el caso.
¿El tiempo libre es verdaderamente libre? ¿O es un nuevo mandato que nos exige ser padres full time, animadores, planificadores, chefs, edecanes y malabaristas emocionales? ¿Qué pasa cuando el aburrimiento entra en escena? ¿Y si fuera, en lugar de un problema, una oportunidad para inventar?
Con su estilo tierno, cómplice y lleno de preguntas, Criar con Rock se vuelve a meter en el barro de la crianza real. Esa que no tiene recetas ni premios, pero que deja siempre un aprendizaje, una sonrisa y, si hay suerte, algo rico en la mesa.
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