Revuelto

Ritual Criollo. Encuentro necesario en torno a la guitarra

El ciclo creado por Gabriel Plaza y Claudia Regina Martínez, nacido este año en el bar notable Los Galgos, cerró su primera temporada con un festival a sala llena en Galpón B. Con Juan Falú como anfitrión y una ronda de cantoras y músicos de distintas generaciones, el cierre fue una celebración sin apuro: mesas en escena, cruces espontáneos y un repertorio que volvió a recordarnos que la música de raíz es presente.

Por Ale Simonazzi

Luego de un martes de trabajo intenso, cuesta tomar envión para estirar el día. Uno mira la hora, negocia con el cansancio, y el cuerpo pide sillón. Pero hay planes que tientan y, por suerte, uno sigue eligiendo caer en la tentación. Ritual Criollo —esa “buena idea”, como dijo Juan Falú— cerró el año con un concierto que juntó a buena parte de lxs músicxs que durante 2025 le dieron vida al ciclo. Y ahí fuimos: a comprobar, una vez más, que la música popular funciona como combustible del alma.

Ritual Criollo es una iniciativa impulsada por lxs periodistas Gabriel Plaza y Claudia Regina Martínez. La premisa, dicha sin vueltas, es recuperar “la bohemia, la intimidad y la emoción” de las guitarreadas argentinas, pero en plena Buenos Aires, con cercanía real y espíritu de encuentro. Durante el año, el refugio fue Los Galgos, con dos o tres fechas mensuales, y una idea que creció en convocatoria y diversidad regional sin perder el corazón de ronda.

Para el cierre, el ritual se mudó, de ciclo a festival, y de Los Galgos a Galpón B en el barrio porteño de San Cristóbal. No fue un detalle logístico: Galpón B es un espacio cooperativo del circuito independiente porteño, y esa identidad —lo autogestivo, lo comunitario, lo cálido— se sintió en todo momento.
Párrafo aparte para las empanadas de carne, y la buena onda de toda la gente de Galpón B.

A sala llena arrancó el encuentro con el Dúo Bote: un encuentro exquisito entre la voz de Flor Bobadilla Oliva y la guitarra de Abel Tesoriere. Dos temas y un viaje directo a un mapa del Paraguay que, sin explicaciones, nos estaba diciendo algo del espíritu del festival: raíz no como museo, sino como tránsito.

Después apareció quien, por historia y por presencia, estaba llamado a oficiar de anfitrión: Juan Falú. Su nombre viene ligado al ciclo desde el principio, y también a esa noción de guitarreada donde conviven música, palabra, silencio y humor. El arranque fue con una versión hermosa de “La vieja” (chacarera trunca de Adolfo Ábalos y Benicio Díaz), y con eso alcanzó para marcar clima: supimos que iba a ser una noche de escucha cercana.

Así se fue armando la rondam con naturalidad se sumaron cantoras que hicieron una celebración de nuestra música. Mora Martínez, Florencia Bernales, Victoria Birchner, Julia Moscardini, Nadia Szachniuk y Silvia Iriondo: distintas estéticas, un mismo compromiso con el cancionero y con la interpretación sentida.
Se dieron dúos, tríos, cruces, y más invitadxs: Rudi Flores, Manu Sija, Mariano Loiácono, Seva Castro y el cantor tucumano Claudio Sosa, entre otrxs.

Un hermoso aciertos fue la mecánica escénica: había mesas sobre el escenario y lxs músicxs se quedaban ahí, acompañando la guitarreada desde la misma escena. Esa decisión desarmó cualquier tensión típica del recambio y dejó que la música respirara como en una casa grande.

Fueron llegando canciones como quien va sacando postales del bolsillo: “Zonko querido”, “Mi pequeño amor”, “El marne”, “Garzas viajeras”, “Canción de lejos”, “Zamba del arribeño”, “Rosario Pastrana”, “Coplas para la luna”… y hasta un guiño de jazz (“Blue Moon”) en diálogo de guitarra y trompeta, como para recordar que la tradición también sabe abrir ventanas.

Lo que se celebró no fue sólo una grilla potente: se celebró una manera. En tiempos donde los espacios culturales se achican y la difusión se vuelve más escasa, Ritual Criollo se pensó —y se sostiene— como un refugio para la música de raíz, con una mirada amplia del folklore, lejos del estereotipo.
En palabras que circularon en la previa, la propuesta busca que quien asista no sólo “escuche”, sino que se reconecte con algo identitario que a veces queda dormido, y que el encuentro lo vuelve posible.

El cierre juntó a todxs en “Serenata para la tierra de uno”. Y todos cantamos “Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy” con el peso de lo colectivo, con la canción leyendo el clima de época. Se cantó fuerte, juntos. Se cantó con esa alegría provoca el abrazo cuando más se lo necesita.

Ritual Criollo cerró 2025, con promesa de continuidad del ciclo en Los Galgos, y el deseo de que esta celebración vuelva a encontrarnos en 2026, con más voces, más rondas y el mismo espíritu de cercanía.

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