Sala llena en la María Remedios del Valle (Hasta Trilce) para el debut de MaZaZo Trío —Natalia Martínez, Cecilia Zabala y Victoria Zotalis— con su espectáculo Escucho voces. Un concierto donde la voz fue territorio común: arreglos originales, juego escénico y un repertorio que zigzagueó entre canciones propias, clásicos reversionados y memoria latinoamericana.
Por Ale Simonazzi

Entramos expectantes a la Sala María Remedios Del Valle en Hasta Trilce. Desde el fondo de la sala se escucha primero el pulso de las palmas. Entran Martínez, Zabala y Zotalis caminando entre las mesas y la rueda se hace coro, todos cantamos “Tan alta que está la luna” (Quilapayún, 1972). El canto colectivo arma el primer puente: la música como convocatoria, la escena como casa.
El clima queda encendido y ya en el escenario Victoria Zotalis abre el libro propio con “Princesa linyera”: fraseo flexible, piano que acuna y esa forma suya de poner imágenes en primer plano. Ahí mismo, Vicky se queda sola y nos regala una irreverente y amorosa lectura de “Here, There and Everywhere” (The Beatles).
Se suma Natalia Martínez para el dúo y hacen “Tiburón” (Zotalis): juego rítmico, voces que se muerden y se sueltan. Vuelve el trío con “Inventario” (Zabala) —esa carta sobre aquello que se deja y se lleva en cada mudanza— y la sala ya late al ritmo de la armonía de tres. Después, Zabala + Zotalis firman una “Libélula” luminosa (tema del disco Pendiente, 2008 de Zabala), donde la guitarra se vuelve contracanto de la voz.

Llega el primer desvío delicioso: tango. “Arrabal amargo” en versión MaZaZo: arreglos vocales finos, timbres que se persiguen y se encuentran; el arrabal no como postal envejecida, sino como color actual. El momento tanguero sigue con “El aguacero” en la voz de Natalia, de trazo expresivo y presencia escénica.
Vuelve el puente Brasil–Río de la Plata con “O amor não vê desordens” (del disco Fronteras, Zabala–Philippe Baden Powell): Zabala y Martínez trenzan fraseos y dejan respirar cada sílaba. Y entonces Cecilia queda sola para una “Volver a los 17” que resignifica el clásico: contrapunto de voz y guitarra, sutileza que estremece, energía honesta y sensible.
Para el tramo final, el trío presenta dos composiciones: “Rugido humano” (Zotalis) y “Vientre” (Zabala), la pulsación crece en capas y la noche no quiere terminar.
Es domingo, pero nadie mira el reloj. MaZaZo se despide como entró: palmas y canto colectivo. Reaparece “Tan alta que está la luna”. Todos cantamos: “Vamos vida, yo ya me voy, con mi cajita de cuero, te digo adiós”. Pero no alcanza, pedimos más y el trío vuelve para el bis con “Rugido humano” y la declaración queda flotando: el canto como manera de estar juntas.

MaZaZo Trío no “muestra” voces: las entrelaza. Y ahí aparece la huella del proyecto —arreglos originales, impronta escénica, voces como instrumento colectivo. Escucho voces es el espectáculo con el que MaZaZo se presenta, un trío de amigas que celebra el encuentro y convoca a transitar paisajes sonoros en comunidad.
Salimos a la calle con la sensación más simple: alegría. Tres artistas enormes disfrutando la libertad de habitar el arte, corriendo límites y haciéndonos parte de un menú de canciones deliciosas. Si el debut es promesa, MaZaZo ya cumplió la primera: escuchar voces —y las escucharnos.
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