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Revuelto

Límites: esa decisión incómoda que sostiene todo

En este primer bloque de Criar con rock, abrimos el espacio para hablar de algo tan incómodo como fundamental: los límites. Esos bordes que no se gritan, se construyen. Que no se imponen, se sostienen. O no.

No hablamos solamente de cortar un berrinche con un “no” o impedir que alguien se suba a la mesa. Hablamos de esos momentos clave donde nuestras hijas e hijos, sin decirlo, nos están pidiendo que les marquemos hasta dónde. Que les pongamos un marco. Que los abracemos con estructura. Porque los límites, aunque a veces duelan, dan contención. Organizan. Y eso también es amor.

La crianza sin bordes claros no es libertad. Es intemperie. Pero claro, poner límites implica algo que muchas veces esquivamos: incomodarnos. Hacernos cargo. Aguantar el mal rato, el llanto, el juicio ajeno o la propia culpa.

También nos metimos con el rol adulto: ese lugar que muchas veces tambalea entre el cansancio y la confusión, pero que tiene una tarea clara. No somos colegas de nuestros hijos. Somos quienes tienen que decir “hasta acá”. Y cuando ese rol se borra, todo se desborda. Como nos pasó a todos alguna vez.

Y sí: los chicos avisan. Piden. A veces con rabietas, con actitudes, con pequeñas (o grandes) explosiones que no son simple capricho, sino llamados de atención. Cuando logramos leer esos mensajes y actuar, el alivio llega. Para ellos. Y también para nosotros.

Criar no es complacer. Es contener. Y contener, muchas veces, es estar dispuestos a bancarse el mal momento para evitar uno mucho peor más adelante.

Parece streaming, pero es radio.

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