Revuelto

Latinaje volvió a la cancha: una big band con ritmo sudamericano en Café Berlín

El domingo 21 de diciembre, Café Berlín fue escenario para que el jazz se mixture con samba, candombe, guiños rioplatenses y un pulso centroamericano que mueve cuerpo y alma. Latinaje —la big band creada por Guido Martínez— celebró el reencuentro con una formación afilada, sonido grande y espíritu de equipo: once músicos que conocen el oficio, se escuchan de verdad y vuelven a decir, con música original, que la alegría también es una forma seria de estar en el mundo.

Por Ale Simonazzi

Pasaron más de veinte años desde aquellas noches en La Revuelta, sobre Álvarez Thomas, cuando Latinaje era parte de una escena que se renovaba con potencia y en la que el jazz presentaba nuevos y potentes agrupaciones. Volver a escuchar a la big band de Guido Martínez en Café Berlín, el domingo 21 de diciembre, no fue un ejercicio de memoria: fue una confirmación en presente. La sala estuvo llena, el clima fue de celebración, hasta algunos espectadores abandonaron las mesas para bailar. Cuando el groove está encendido y los arreglos respiran, el cuerpo entra a la conversación sin pedir permiso.

Latinaje siempre tuvo algo de equipo. En sus primeras épocas, la imagen de las camisetas amarillas numeradas funcionaba como una declaración estética y también como una forma de pertenencia: once músicos pensando y tocando como un solo organismo. En esta vuelta, el detalle se actualizó con casacas amarillas, nombres en la espalda y el símbolo volvió a funcionar: lo que pasa arriba del escenario no es una suma de lucimientos individuales, sino una maquinaria colectiva donde cada engranaje importa.

Una de las claves para entender por qué Latinaje suena así —sólido, grande, pero nada acartonado— aparece en la transcripción de la charla que tuvimos con Guido Martínez y Alejandro Manzoni. Guido cuenta que compone imaginando personas concretas: no escribe “para trompeta” o “para piano”, sino para ese músico, con su sonido y su carácter. Incluso piensa introducciones, melodías y espacios de improvisación según quién va a tocar. Esa forma de escribir hace que la música ya nazca con identidad humana adentro, y que la orquesta no suene como un formato genérico sino como una banda con ADN propio. Él mismo lo plantea: aunque el lápiz lo tenga uno, la composición termina siendo “en conjunto”, porque cada integrante aporta una personalidad reconocible.

Guido también explica su método de trabajo: las ideas aparecen desde el piano y la computadora, y luego se transforman en orquesta, con escritura y arreglos que ordenan el material sin apagar el juego. Eso se escuchó claramente en Café Berlín. Los pasajes de ensamble tuvieron precisión y empaste, pero siempre con aire; los solos aparecieron con libertad, sostenidos por una base que nunca se desarma. Es el equilibrio difícil: disciplina para que la música vuele, y vuelo para que la disciplina no se vuelva rigidez.

La formación de lujo de la banda: Guido Martínez (bajo, composición y dirección), Daniel “Coqui” Di Doménica (trompeta), Juan Cruz de Urquiza (trompeta), Santiago Castellani (trombón), Gustavo Musso (saxo alto), Damián Fogiel (saxo tenor), Martín Pantyrer (saxo barítono), Alejandro Manzoni (piano), Matías Tozzola (guitarra), Javier “Turco” Mokdad (percusión) y Daniel “Pipi” Piazzolla (batería).

Con ese equipo, el concierto tuvo una cualidad contagiosa: el disfrute. Se disfrutaba desde las mesas y, sobre todo, se veía disfrutar a los músicos. Hubo una comunión genuina entre escenario y público, esa sensación de que la música no se “presenta” sino que se comparte, y que cada aplauso vuelve a la banda en forma de energía.

El repertorio tendió puentes entre etapas. Sonaron temas como “La Conversa”, “Influência Bosco” —un homenaje a João Bosco— y “La Masita”, y también aparecieron composiciones nuevas que apuntan a un tercer disco. En particular, “La Conversa” cargó con un plus de sentido: en la charla, Guido recuerda que ese material se grabó en vivo, tocado de corrido, y que por eso conserva esa sensación de organismo en movimiento, con la intensidad del momento. En Berlín, esa energía volvió a manifestarse de manera directa: lo que Latinaje hace mejor es sonar como un cuerpo grande que se mueve con naturalidad.

También apareció, como telón de fondo, la historia del paréntesis. Guido cuenta que hacia 2005/2006 quedó material grabado sin terminar y que, entre la vida y la logística de sostener un grupo grande, apareció el “miedo” lógico de mantener esa estructura en marcha. Pero la vuelta no llegó por impulso nostálgico: llegó porque el interés por esa música nunca se apagó. Y ahora el horizonte está claro: de a poquito, van armando repertorio para grabar un nuevo disco.

En un país y en un tiempo donde cuesta sostener proyectos, ver a once músicos reencontrarse con esta calidad y esta alegría tiene un valor especial. La noche en Café Berlín dejó una sensación muy concreta: nadie quería que terminara. No sólo por la música en sí, sino por lo que la música habilitó dentro de la sala: un domingo transformado en fiesta, un público que baila, una banda que toca con solvencia y placer, y la certeza de que Latinaje, cuando vuelve, no vuelve a repetir: vuelve a decir algo nuevo con la misma identidad.

Revuelto Radio — Abrazo de música y palabra.

Suscribite a YouTubehttps://www.youtube.com/@revueltoradio

Sitio oficial ➯ https://www.revueltoradio.com.ar

Instagram ➯ https://scnv.io/qIfb

Mandanos un WhatsApphttps://wa.me/541138040150

¡Descargá nuestra #APP! ➯ https://scnv.io/nCON