Quizás mañana, podría ser un cuaderno de viaje en diez canciones. Partiendo de Córdoba, pero con el corazón repartido entre su Paraguay natal, Bolivia y  Argentina, Sol Gómez abre ventanas a los últimos tres años de su vida: mudanzas, amores, despedidas y pequeñas curaciones cotidianas. En poco más de media hora, nos entrega un mapa afectivo que se apoya en la canción de autora, atravesada por bossa, folklore, rock suave y algo de bolero susurrado.

El disco fue producido junto a Ismael Salguero y grabado en Maya Studio, en Córdoba, con mezcla del propio Salguero y mastering de Fernando Luis Picón. Es el primer disco de Sol, después de los EP Humalama y María, y su obra la ubica entre las muy interesantes compositoras de la escena independiente regional.

Las canciones proponen diversidad de climas pero siempre en una intimidad que invita a cerrar los ojos y meternos en cada letra. Ese andar la vida en piloto automático mientras algo adentro pide frenar, las dudas y certezas que rodean desde siempre el amor, la nostalgia, los miedos… La voz de Sol suena cercana, sin maquillaje, acompañada por guitarras acústicas y eléctricas que dibujan el esqueleto de las canciones.

El trío que arma con Solange Rivadero en bajo y Leo González Loyauté en percusiones —bombo, cajón, texturas que acarician más que golpear— sostiene un pulso cálido, casi de sala de ensayo.
Se suman las teclas y guitarras de Salguero, algunas baterías programadas muy sutiles y el violín de Matías Ríos. Las voces invitadas de Lucero Sarambí, Lalo Aguilar y Belén Bowles llevan el disco a un territorio regional: distintas tonadas y colores, el mismo abrazo.

Se trata de un muy bello disco de detalles: reverbs pequeños, respiraciones que quedan, coros que entran bajito, climas que se arman con pocos elementos. Hay confesiones, silencios, risas tímidas y una sensación de que la vida duele, pero también se acomoda cuando aparece la amistad, el deseo y la organización colectiva. Canciones de raíz y futuro que nos recuerdan que siempre hay un mañana posible y una calma necesaria para construirlo.

Ale Simonazzi