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Cómo ir a la luna – Mariano Sivori

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  • A Bright And Hopeful Future
    1:17

El nuevo trabajo del bajista y compositor platense Mariano Sívori, es uno de esos viajes sonoros que invitan a detenerse para dejar que la música se haga paisaje interior.

Acompañado por su cuarteto habitual —Damián Fogiel en saxo tenor, Lucio Balduini en guitarra y Daniel “Pipi” Piazzolla en batería—, Sívori despliega un universo de composiciones propias y una bellísima versión de Great Day de Paul McCartney, donde conviven el jazz contemporáneo, la música académica, la contemporánea y el rock. Es un disco pensado desde la composición, la improvisación y la interpretación, pero sobre todo desde la emoción.

La inspiración viene de un cuadro de René Magritte, El dieciséis de septiembre, donde un árbol en primer plano es atravesado por la luna. Esa imagen, dice Sívori, lo acompañó durante un proceso personal y doloroso —la enfermedad y partida de su madre— que transformó la escritura musical en una forma de escape y de consuelo. “Este viaje funcionó como recreo. Y no es otra cosa que tratar de sublimar la angustia con los elementos que tengo a disposición: hacer música”, cuenta.

El disco fue grabado con un bajo muy especial: un Gibson EB 2 del 67, prestado por Lucas Cutaia, cuyo sonido se volvió el corazón de la obra. “Algunos temas parecen dictados por ese instrumento”, dice Sívori. Y es que en esas cuerdas graves, nasales, un poco beatle, late un tono íntimo y terrenal que atraviesa toda la escucha.

Los temas —“Ahora”, “Nueva era”, “Mate rojo”, “Hueso melódico”, “Nada más que menos”, “Despedida”, entre otros— construyen un relato que alterna expansión e introspección, vuelo y gravedad. Es una música que respira, que deja espacio, que no teme al silencio.

Sívori, integrante histórico de Escalandrum, es de esos músicos que componen con todo el cuerpo. “Cada instrumento te induce a tocar de tal o cual forma. Este bajo me invitó a pensar la música más desde las cuerdas. Por eso este disco es más directo, más crudo, con menos capas”, explica.

Y en ese despojo radica la belleza de Cómo ir a la luna: no busca la perfección del vuelo, sino el vértigo de sentir. La complicidad del grupo se percibe en cada diálogo, en cada respiración conjunta, como si tocaran desde una misma memoria compartida.

“Quiero que la gente sienta y vuele —dice Sívori—, que tenga su propio periplo, que se imagine en otro lugar, que se ponga alegre o triste, que recuerde cuando era chico o cuando se enamoró.”
Y eso exactamente ocurre: el disco termina y uno queda suspendido, un poco más liviano, mirando al cielo.

Ale Simonazzi

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