Un encuentro entrañable entre Teresa Parodi y Ernesto Snajer en Café Vinilo, dentro del ciclo Notas de paso en vivo. La palabra, la música y la memoria se entrelazaron en una noche que fue conversación, homenaje y revelación.
Por Ale Simonazzi

La convocatoria para estar en Café Vinilo era especial. Notas de paso, el ciclo televisivo que Ernesto Snajer condujo durante una década, ahora «en vivo”, brindando la posibilidad de sentir cómo las palabras, las anécdotas y la música se funden en presencia. Un espacio íntimo, como es Vinilo, una sala familiar donde las guitarras descansan cerca de una copa de vino y las historias circulan con naturalidad.
Snajer abrió el encuentro con dos temas instrumentales, casi como quien abre una ventana para dejar entrar el aire. Guitarra y loopera bastaron para crear un clima de bienvenida. Luego, con una sonrisa que cruzó toda la sala, presentó a Teresa Parodi, quien se acomodó entre aplausos cálidos y un respeto cargado de afecto. “Parte de mi compromiso lo llevo adelante estando donde creo que hay que estar”, dijo Teresa, y la frase pareció resumir su vida y su obra.
La conversación giró pronto hacia el oficio de componer. Snajer quiso saber si había método o rutina en la creación. Parodi, con humor, recordó su casa llena de hijos y que, entre pañales, comida y vida, nunca hubo horarios posibles. “La música aparecía cuando podía, o cuando quería”, dijo. Snajer tomó la guitarra e hizo sonar la introducción de Pedro Canoero. “Una de las más lindas intros que escuché”, confesó. Teresa sonrió: “Esa es mía, cuando era buena guitarrista… después me rodeé de muy buenos músicos y me dediqué más a cantar, perdí algo de técnica”.

Entre canciones y recuerdos, la charla viajó a su primera Plaza Próspero Molina, en 1984. Parodi evocó aquella noche con su guitarra y la incertidumbre a cuestas: colegas que le sugerían cantar clásicos del folklore, familia que le pedía interpretar lo suyo. Eligió el camino propio, y no se equivocó: ganó Cosquín y conquistó al público que no la dejaba bajar del escenario. A partir de allí llegaría su primer disco con arreglos de Oscar Cardozo Ocampo, y la anécdota entrañable de la “caja de cartón” donde guardaba sus canciones. “Tenés mucho de esto en la caja”, le dijo Cardozo Ocampo al descubrir temas que hoy son joyas de nuestro cancionero.
En ese clima de confianza, las guitarras volvieron a sonar para A la abuela Emilia, y el tiempo se detuvo. La complicidad entre Parodi y Snajer tejía una conversación entre generaciones, una música que se dice con miradas, acordes y cantares.
Llegó luego el momento de hablar de Todo lo que tengo (2017), disco que los reunió con Snajer en los arreglos. Sobre Yo tuve un hermano —poema de Cortázar dedicado al Che—, Teresa contó: “La poesía es música. A diferencia de la canción, el poema deja la puerta abierta a muchas músicas. Una mañana, entre mates, la canté, no dejé de cantarla… ahí estaba la melodía esperándome”. Entonces la interpretó, y su voz llenó la sala de emoción…
«Yo tuve un hermano
no nos vimos nunca
pero no importaba.
Yo tuve un hermano.
que iba a los montes
mientras yo dormía
mientras yo dormía.»

Entre risas, bromas sobre los procesos de grabación y reflexiones sobre los poetas que la marcaron, apareció el nombre de Armando Tejada Gómez, autor de La lucha. “Los grandes poetas escriben para siempre”, dijo Teresa, y en su decir, sin saberlo, también hablaba de sí misma. Y ahí nomás la música para que suene La lucha… «de un lado el jardinero, del otro el asesino»
El cierre fue coral: El otro país fue canto compartido. Una celebración del arte como acto de verdad, y del encuentro como forma de resistencia. Hay noches en que la música no solo se escucha: se habita. Y esta, sin duda, fue una de ellas.
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