Revuelto

Doble vara: cuando los límites no aplican para los adultos

En este segundo bloque de Criar con rock, nos metimos en una categoría especial de límites. Esos que pretendemos aplicar con firmeza… pero que se nos resbalan de las manos cuando se trata de cumplirlos nosotros mismos.

“No uses pantallas antes de dormir”, decimos con convicción… mientras respondemos WhatsApps en la oscuridad, con la almohada como testigo.
“Hay que comer en la mesa”, repetimos… y al segundo scroll ya estamos con la milanesa recostada sobre el sillón.
“No se insulta”, gritamos… puteando al tránsito como si eso nos diera puntos de madurez.

Nos reímos —y nos expusimos— hablando de esas reglas que bajamos con voz firme, pero que tambalean cuando las sostenemos en nuestra propia vida. Y aunque lo abordamos con humor, el tema es serio: en la crianza, la coherencia tiene un peso enorme.

Porque los chicos no solo escuchan lo que decimos. Nos miran. Nos imitan. Nos prueban. Y cuando detectan la doble vara, la grieta se hace evidente: “¿Y por qué vos sí podés comer con el celu en la mano?” “¿Y por qué no vas más al gimnasio si decís que hay que ser constantes?”

No se trata de ser perfectos. Nadie lo es. Pero sí de registrar nuestras contradicciones. Nombrarlas, revisarlas y, de vez en cuando, sincerarse. Decir: “Mirá, yo tampoco lo logro del todo… pero estoy intentando cambiarlo”.

Porque hablar de límites también es hablar de coherencia. De construir con el ejemplo. De enseñar no desde el púlpito, sino desde la honestidad de quien también está en proceso.

Al final, lo que más educa no es lo que decimos… sino lo que hacemos mientras lo decimos.

Parece streaming, pero es radio.

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